Definición de Trabajo
Cosa hecha
trabajando; especialmente obra artística, intelectual, científica o técnica.
"ha hecho un
trabajo magnífico con la educación de sus hijos; exposición de trabajos; la
película que les vamos a presentar es un trabajo de gran sensibilidad y buen
gusto; en cada asignatura te obligan a presentar un trabajo de
investigación"
La evolución de la
civilización y por consiguiente la del del hombre ha producido que el
termino de trabajo halla evolucionado a
su vez en sus inicios el trabajo era
sinónimo de esfuerzo.
El Trabajo es todo
tipo de acción realizada por el hombre independientemente de sus
características o circunstancias; significa toda la actividad humana que se
puede o se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las
que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en
virtud de su humanidad.
La necesidad de
trabajar quizás tuvo su origen, hace milenios, en el instinto básico del hombre
de sobrevivir y perpetuarse como especie. En aquel mundo solo y hostil, el
hombre debió utilizar todas sus potencialidades para proveerse de alimentos,
elaborar su ropa y vivienda, fabricar sus utensilios, herramientas y armas,
para proteger a sus hijos.
Desde el punto de
vista individual, el trabajo es todo lo que el hombre hace para su
satisfacción, alegría y bienestar; toda la gama de actividades que satisfacen
sus necesidades primarias, así como alcanzar la riqueza material y espiritual
para el mismo, los suyos y su país.
La persona cuando
realiza un trabajo puede tener diferentes finalidades. Si el trabajo se realiza
para obtener ganancias económicas que nos garanticen la subsistencia, lo
llamamos “trabajo productivo” o “remunerado”
En la física, la
palabra trabajo, se emplea en un sentido diferente; es la magnitud medida por
el producto de una fuerza aplicada a un cuerpo y el desplazamiento que realiza
en la misma dirección de la fuerza, es conocida como trabajo mecánico.
Existe otros
significados con respecto al trabajo, uno de ellos está relacionado con la
dificultad, impedimento o esfuerzo de alguien; por ejemplo, le llevo mucho
trabajo conseguir ese empleo. Así mismo trabajo se refiere a la situación poco
favorable que causa sufrimiento, estrechez o miseria; por ejemplo, María ha
pasado gran trabajo en su niñez.
Historia del Trabajo
Según la Real Academia Española, el origen es
horrible: "Del latín tripaliare. Torturar. Derivado del latín tardío
tripalium, instrumento de tortura compuesto de tres maderos". ... De
"tripalium" surgieron, entonces, las palabras "trabajo",
"travail" (francés) "travaglio" (italiano), y
"trabalho" (portugués).
A lo largo de la
historia, los seres humanos hemos ido modificando nuestros hábitos y
costumbres, utilizando la fuerza y el conocimiento para tratar de satisfacer
nuestras necesidades y mejorar nuestra calidad de vida. Este intento de
superación se realizó a través del trabajo y el empleo de recursos y energía,
de forma tal que a medida que se desarrollaba el trabajo, inevitablemente, se
realizaba un intercambio tanto con el medioambiente como con otros seres
humanos. Pero al trabajar, además de modificar su entorno, un individuo también
se modificaba a sí mismo, al vincularse de forma solidaria o conflictiva con
otros individuos o grupos, por ejemplo.
Para ser
realizado, todo trabajo requiere de una serie de esfuerzos físicos y
conocimientos, por más simple que parezca la tarea a realizar. Y además de un
esfuerzo individual, cada trabajo supone un esfuerzo colectivo ya que es
necesaria para su realización algún tipo de ayuda o cooperación. Por otra
parte, existen innumerables cantidades de actividades, cada una de las cuales
está organizada de diferente manera en cuanto a su distribución de tareas,
organización jerárquica, tecnología utilizada, formas de gestión y mano de
obra. Como podemos ver, existen muchas formas de clasificar el trabajo, y es
entonces que, al analizar la evolución histórica del mismo, podremos notar que
a medida que avanzamos en el tiempo, la división social del trabajo ha ido
aumentando cada vez más.
En la prehistoria,
los primeros humanos obtenían los medios necesarios para subsistir en base a la
recolección (frutos, raíces, miel, semillas, nueces, carroña). Inicialmente
usaban sólo sus manos para conseguir el alimento, posteriormente, palos,
estacas y piedras. A medida que fueron desarrollando sus conocimientos
incorporaron herramientas, palos y piedras con algún trabajo incorporado
(cuchillos, raspadores, punzones, armas de corto alcance), descubrieron el
fuego. En este momento, cuando el hombre pasa de recolector a cazador, es
cuando se produce una importante división social del trabajo: la asignación de
funciones según la condición sexual y la edad. En gran parte tiene que ver con
las capacidades físicas y con el cuidado de los niños. Mientras los hombres
salían a cazar, las mujeres y los impedidos físicamente quedaban a cargo de los
niños y el fuego. En este momento también se desarrolla la familia y se inician
intercambios culturales como reuniones alrededor del fuego. El trabajo y la
distribución de la caza se hacen de forma colectiva.
Posteriormente
surgen los primeros centros urbanos y ciudades, y aparece la agricultura,
aumentando notablemente la tecnología disponible. Se inventan instrumentos para
facilitar su labor, como hoces y arados, por ejemplo. Luego se comienza a
trabajar los metales. Con el trabajo del hierro, la agricultura y la
domesticación de los animales, cada vez era más necesario el dominio de
conocimientos más complejos y especializados. La división del trabajo se hizo
más compleja. De esta forma nació la diferenciación de grupos sociales según su
oficio. Como por ejemplo los campesinos y los comerciantes. Esta nueva forma de
organizar el trabajo tuvo sus consecuencias en la sociedad. Nacieron jerarquías
entre las distintas ocupaciones. Las ocupaciones de menor jerarquía eran las
que requerían de un mayor esfuerzo físico, como los campesinos, mientras que
las de mayor jerarquía eran las realizadas por los grupos que se dedicaban a
tareas religiosas y militares, quienes recibían muchos más beneficios que los
campesinos y artesanos.
Hasta entonces se
realizaba el trabajo y la distribución de manera colectiva. Cuando aparece la
apropiación de tierras, ganados y utensilios, suceden dos importantes cambios
sociales: Se abandona el matriarcado, en el cual las nuevas generaciones
heredaban por parte de la madre, para dar paso al patriarcado, en el cual se
hereda por parte del padre y hacia el varón mayor (primogénito); y además el
período comunal da paso a los primeros propietarios. De esta forma surgen las
bases del esclavismo.
Una de las
divisiones más importantes del trabajo ha sido la separación de lo intelectual
con respecto al trabajo manual, es decir la división entre quienes planean y
quienes ejecutan el trabajo. La aparición de la propiedad les permite a las
personas más poderosas de la sociedad la apropiación de la tierra, el ganado,
las herramientas, etcétera, con lo cual logran acumular grandes riquezas
basadas en la agricultura, la ganadería, la explotación de metales y las
artesanías. Este poder económico les permite el control social, de manera que
logran aún mayores ganancias y pueden darse una vida de comodidades. De esta
forma, la sociedad se divide en dos grandes grupos: los explotadores y los
explotados. Los nobles, los funcionarios, la iglesia y los grandes
terratenientes viven a expensas de la explotación de los campesinos, pastores y
artesanos.
La propiedad se
ejerce tanto sobre los medios de producción como sobre las personas, quienes
pasan a ser esclavos. Ellos carecen de todo tipo de derecho y los obligan a
trabajar mediante amenazas y golpes. A cambio reciben sólo el alimento
necesario para sobrevivir. El trabajo lo realizan en los castillos, en los
templos, en las minas y en las casas de los ricos, quienes tienen la
posibilidad de comprar esclavos en los mercados públicos.
Existían una buena
cantidad de campesinos libres cuya explotación lograba mejores resultados que
la mano de obra esclava, pero que no prosperó debido al nulo costo de
producción que significaba un esclavo, y su posibilidad de explotación. Por
otra parte, los artesanos dependían de la nobleza y los comerciantes para poder
subsistir, de otra forma devenían en desocupados y esclavos.
Los grandes
territorios conformados gracias a guerras e invasiones, y controlados por
monarquías y otras formas de nobleza, se fueron construyendo alrededor de los
castillos y bajo la protección de poderosos cuerpos de caballeros. Ahora, el
señor feudal en lugar de someter a los pobres a base de látigos y cadenas, lo
hacía de manera encubierta. Los plebeyos vivían en los alrededores de los
castillos, y estaba bajo las órdenes de los terratenientes, se le permitía
cultivar una parcela de tierra para mantener a su familia pero debía estar
dispuesto a realizar cualquier servicio que ordenara el señor feudal, aunque
fuera en el castillo, la hacienda o el ejército; su vida estaba dedicada al
señor feudal y en el tiempo que le sobraba cultivaba para sí mismo y para el
sustento económico de su familia, y para pagar tributos, diezmos y otras
solicitudes de los nobles.
A medida que las
sociedades se hicieron más complejas en cuanto a su organización, la variedad
de actividades humanas se ha multiplicado y la división y especialización del
trabajo ha aumentado notablemente. Un ejemplo de esto es que también fueron
apareciendo divisiones jerárquicas entre trabajadores que realizaban una misma
labor, como en los gremios de artesanos medievales, en los que comenzaron las
diferenciaciones entre maestros, oficiales y aprendices.
El importante
incremento del comercio, las rutas comerciales (y sus consecuentes peligros) y
la especialización, como así también la necesidad de obtener un permiso para el
ejercicio de su actividad y privilegios de mercado, fueron los hechos que sentaron
una base para el comienzo de las agrupaciones de mercaderes y artesanos, es
decir, los gremios.
En sus comienzos
los gremios eran igualitarios y solidarios entre sus miembros, y su finalidad
original era obtener protección por parte de las autoridades para sus
actividades y el derecho a regularlas detalladamente. Defendían el derecho de
sus miembros a ejercer su oficio y regulaban la duración de la jornada de
trabajo, los precios y la calidad de los productos, entre otras cosas. Además,
algunos gremios desalentaban e incluso penalizaban el enriquecimiento personal.
No permitían a sus miembros adelantarse y vender antes de determinada hora ni
después de otra, competir con los precios, disminuir la calidad ni la solidez
del producto a cambio de un precio inferior, ni tampoco comprar barato para
luego vender caro.
En los talleres
convivían maestros, oficiales y aprendices, pero sin embargo en un principio no
existía una estricta división de tareas, puesto que cada uno fabricaba piezas
únicas completas, una por una y pedidas por encargo. El objetivo de los gremios
era obtener una justicia social igualitaria para todos sus miembros. A todo
aquel que trabajara le correspondía un sustento.
Los gremios
poseían personalidad jurídica, mediante una reglamentación otorgada por la
autoridad municipal. Dicha personalidad jurídica obligaba a respetar los
estatutos y la licencia de algunos privilegios. Por otra parte, otorgaba a la
corporación gremial el privilegio de regular su propio oficio, y la posibilidad
de ejercer funciones de policía. Los gremios más antiguos de los que se tiene
constancia son el de panaderos de Pontoise, en 1162, y el de curtidores de
Ruan, en 1163. Sin embargo, ya desde el primer cuarto del siglo XII
(aproximadamente en el año 1121) surgió el hansa parisina, una agrupación de
mercaderes que se atribuyó poderes municipales. Poseía exclusividad sobre el
comercio fluvial en París y derechos sobre el tráfico entre Normandía y
Borgoña.
Las corporaciones
contaban con una organización interna bastante rígida, y poseían una
jerarquización muy marcada. En primer lugar, estaban los maestros, ellos debían
demostrar competencia y capacidad financiera. En algunos gremios debían
realizar una "obra maestra" para conseguir dicha maestría y además
pagar una matrícula. Eran los únicos que tenían la facultad para votar los
estatutos y elegir a los procuradores y jefes del gremio. Posteriormente se
adoptó la práctica de que los hijos de los maestros (hijos aprendices) fueran
los que luego adquirieran la maestría, de esta forma este título paso a ser de
carácter hereditario, disminuyendo casi por completo la posibilidad de
lograrlo. En segundo lugar, venían los oficiales, quienes originalmente eran
potenciales maestros. Accedían a la maestría según el estatuto de cada miembro,
pero generalmente era muy difícil que lo consiguieran. Tenían el derecho de
recibir formación, alojamiento, alimentación y salario. Por último, estaban los
criados aprendices, éstos poseían bajísimos salarios y no tenían posibilidad de
crecimiento profesional. Muchas veces debían conformarse sólo con ser alojados
y alimentados por un maestro. Sus condiciones de trabajo y de contratación
variaron según el gremio y de acuerdo al tiempo.
El desarrollo de
los gremios creció a la par de la intensificación de la competencia industrial
y comercial. Nacidos con fines solidarios, paulatinamente fueron mutando sus
intereses por fines monopólicos. De organismos profesionales que englobaban a
todos los trabajadores agremiados pasaron a ser un organismo de defensa de los
intereses de los maestros exclusivamente. Además, las limitaciones impuestas
para ingresar a los gremios formaron un mecanismo que repelió a muchos
potenciales agremiados hacia las filas de los trabajadores asalariados,
engrosando de esta forma la lista de obreros carentes de derechos, protección y
seguridad laboral.
El gremio local
(artesanal –panaderos, herreros-) se va a separar de forma muy notoria con los
gremios más desarrollados, que son los que se crean en torno a la exportación.
En los gremios locales artesanales, tanto las herramientas, como el taller y la
materia prima pertenecen al artesano, como así también el producto que vende.
Por el contrario, en la industria de la exportación, el trabajo y el capital se
separaron. El obrero apartado del mercado sólo conoce al empresario que le
paga, separándose del intermediario que se encargará de vender sus productos.
La diferencia con los obreros actuales es que, en vez de reunirse en grandes
fábricas, todavía se repartían en varios talleres con pequeñas cantidades de
obreros. El maestro se transformó entonces en un trabajador a domicilio,
asalariado por un mercader capitalista. A pesar de las difíciles condiciones de
vida, este obrero trabajaba todavía en su casa, y organizaba su tiempo con
cierta libertad. En las ciudades más manufactureras del mundo medieval, los obreros
comenzaron a manifestar una gran hostilidad hacia los capitalistas, quienes no
atendían sus reclamos.
Durante un largo
tiempo los tres sistemas productivos (el taller artesanal, el taller
manufacturero y el trabajo a domicilio) convivieron. Pero, desde fines del
siglo XVIII, fueron absorbidos por un nuevo modo de organizar el trabajo: la
fábrica industrial. Esta forma de producción nació en Inglaterra. Allí se daban
una serie de condiciones que hicieron posible que, en poco tiempo, se
transformara en una nación industrial; lo que permitió impulsar la tecnología y
aplicarla a la producción. Surgieron entonces los telares mecánicos, que
multiplicaban notablemente la cantidad y la calidad de los productos, y los
ferrocarriles y los barcos de vapor que trasladaban los productos de
Inglaterra, como así también un gran avance en las comunicaciones. Estos
avances tecnológicos, conocidos como Primera Revolución Industrial, tuvieron un
gran impacto en la economía y fundamentalmente, en el desarrollo del trabajo.
La modificación más significativa que introdujo la 1ª Revolución industrial fue
el desarrollo de la producción en masa. Para poder subsistir en el nuevo modelo
económico, los empresarios debían ser capaces de realizar la mayor cantidad de
productos en el menor tiempo posible y al precio más bajo. La mejor forma de
hacerlo era utilizando nuevas tecnologías y organizando el trabajo, de manera
tal que aumente la producción.
Una de las
industrias que más se desarrolló en este período fue la industria textil. Este
desarrollo fue posible en gran parte gracias a la invención de la máquina
hiladora y el telar mecánico. Estas invenciones comenzaron con una verdadera
revolución en el mundo del trabajo, el cual ya no se realizaba a mano o con
instrumentos manuales, sino que se comenzaron a utilizar máquinas que
reemplazaban el trabajo de varios obreros y que no interrumpían su producción.
El trabajo que antes se realizaba en una gran cantidad de talleres y casas se
empezó a hacer en un solo lugar, las grandes fábricas industriales. En ellas se
unían una inmensa cantidad de máquinas y trabajadores y, mediante un trabajo
organizado, realizaban grandes cantidades de un mismo producto. Los artesanos,
al no tener forma de competir con esta producción en masa, terminaban convirtiéndose
en obreros asalariados por las fábricas. De forma paulatina fueron
desapareciendo los talleres y trabajadores a domicilio, y por contrapartida,
fue aumentando la producción industrial.
La jornada laboral
hasta mediados del siglo diecinueve es de doce a catorce horas y debido a la
demanda explosiva de mano de obra, se llegó a utilizar menores y mujeres en la
realización de tareas peligrosas y penosas. En las hilanderías inglesas se
trabajaba normalmente entre doce y diecisiete horas diarias. La concentración
poblacional y la vida en las ciudades son modificaciones sociales que impuso la
Revolución Industrial que se caracterizó, además de los horarios prolongados,
por malas condiciones de trabajo, insalubridad, inseguridad y bajo nivel de las
remuneraciones siendo los peores pagos los menores y las mujeres. No existía
tampoco legislación laboral que ordenara el caótico sistema.
La explotación de
los obreros, originada por los métodos empleados al inicio de la
industrialización, aunada al afán de lucro excesivo de los patrones, fueron las
raíces del movimiento asociacionista de los trabajadores, que buscaron
homologar fuerzas respecto de los patrones por medio de la aglutinación de
individualidades laborales, para reclamar condiciones salariales más justas,
jornadas de trabaja más cortas y, en general, llegar a establecer un estado
social más equitativo para la clase trabajadora. La transformación industrial, que operó
primero en los países europeos, prohibió terminantemente el derecho de
asociación de los trabajadores, pues el régimen individualista no veía
justificación para que los trabajadores se asociaran en defensa de sus
intereses laborales e incluso se tipificó como un delito en los códigos
penales: esta etapa de prohibición de dio entre 1776 y 1810.Con el tiempo, los
esfuerzos del Estado para prohibir el derecho de asociación fueron
infructuosos, porque los sindicatos seguían existiendo. Por ello en los
diversos países se inició una etapa llamada de tolerancia, en la cual, sin
otorgar reconocimiento alguno al derecho sindical, se admitía de hecho, sin
establecer nada respecto en las leyes dictadas por el Estado. A la época de la
tolerancia siguió una de reconocimiento absoluto del derecho sindical. Esto
sucedió a finales del siglo XIX, ante las acciones de los sindicatos lograron
que el estado variara su criterio al respecto y dictara leyes que reconocían a
los trabajadores, de manera abierta, el derecho a integrarse en sindicatos.
Inglaterra fue el primer país que dio el primer paso en este aspecto, con el
reconocimiento del derecho de coalición en 1824, que otorgaba la legalidad a un
intenso movimiento asociacionista que existía en la clandestinidad. Dentro del
proceso histórico del sindicalismo también se tiene que tomar en cuenta las
internacionales, las cuales eran convocatorias de organizaciones sindicales. En
1862 se celebró en Londres la Exposición Internacional, la cual tuvo la
participación de ingleses, franceses y alemanes; en total se reunieron más de
300 líderes obreros en la llamada Fiesta de la Fraternidad. En esta se pactó la
solidaridad entre los sindicalistas de estas naciones para buscar una
unificación formal que les permitiera adquirir una gran fuerza. Hacia 1867, la
Internacional demostró su fuerza cuando los sindicalistas ingleses sostuvieron
económicamente las huelgas de los trabajadores franceses. La visión de esta
primera Internacional se puede resumir en lo siguiente: "La emancipación
económica del trabajador debe ser el objetivo de toda política. No es éste un
problema local ni nacional, se trata de un problema social" La primera
Internacional desapareció en 1870 por conflictos armados en Europa. En 1889
surgió la Segunda Internacional.
Uno de los
aspectos determinantes de su acción fue que desde un principio pidieron asesoría
política a partidos socialistas, y esta asesoría fue tan importante que dominó
más la fase política del socialismo que los intereses gremiales de los
afiliados. Esta organización llegó a tener hasta 12 millones de afiliados en
todo el mundo. No obstante, el estallido de la Primera Guerra Mundial sometió a
dura prueba a la organización obrera, porque a pesar de sus sentimientos
unionistas se dividieron con sentimiento nacionalista y se dispusieron a apoyar
a sus respectivos países en la contienda; lo que provocó la desintegración de
la Segunda Internacional. Concluida la guerra, al instaurarse la paz se puso en
marcha un notable intento de los sindicalistas para integrar de nuevo la
Internacional y se logró hasta 1919 en Moscú en donde la organización tuvo un
corte comunista. Se consiguió la afiliación de sindicalistas de 23 países. Su
característica principal fue que era de tendencia abiertamente revolucionaria,
y su acción primaria consistía en fomentar el descontento popular y la
violencia con el propósito de transformar, según la teoría en una lucha de
clases, al conflicto armado que había terminado.
A medida que
aumentaba la concentración de obreros en las grandes fábricas, los empresarios
se vieron forzados a organizar de mejor manera el trabajo, para así también
mejorar la productividad. Para lograr esto, implementaron una serie de
transformaciones que llevaron a una tajante división de las tareas de dirección
de las de ejecución. El aumento de la productividad trajo consigo una gran
aceleración en el proceso de la división del trabajo. Así, el producto final
dejó de ser obra personal del trabajador. A medida que crecía la producción, y
la competencia exigía nuevas aplicaciones tecnológicas, la división del trabajo
fue haciéndose más y más compleja.
A causa de la
permanente competencia entre las empresas, era necesaria la permanente búsqueda
de nuevas tecnologías y de mejoras en la organización del trabajo. Por eso, a
principios del siglo XX se realizaron experiencias e investigaciones para
intentar mejorar las condiciones de producción.
Los dueños de las
fábricas buscaban la manera de bajar sus costos y aumentar las ganancias, y
encontraron en las ideas del ingeniero estadounidense Frederick Taylor una
ayuda invalorable. Algunos llamaron a
este método "organización científica del trabajo" y otros,
simplemente taylorismo. El método de Taylor consistía en calcular el tiempo
promedio para producir un determinado producto o una parte de él y obligar al
obrero a acelerar el ritmo de trabajo asimilándolo a una máquina.
Esto se lograba a
través de tres métodos fundamentales: 1) aislando a cada trabajador del resto
de sus compañeros bajo el estricto control del personal directivo de la
empresa, que le indicaba que tenía que hacer y en cuanto tiempo; 2) haciendo
que cada trabajador produjera una parte del producto, perdiendo la idea de
totalidad y automatizando su trabajo y, por último, 3) pagando distintos
salarios a cada obrero de acuerdo con la cantidad de piezas producidas o con su
rendimiento laboral. Esto fomentaba la
competencia entre los propios compañeros y aceleraba, aún más, los ritmos de
producción.
La máquina establecía la intensidad del
trabajo y, a su vez, cada obrero requería saber menos, pues para realizar una
tarea mecánica y rutinaria (ajustar un tornillo, por ejemplo), lo único que
necesitaba saber era obedecer. De esa
forma, el empresario ya no dependía ni de la buena voluntad del trabajador para
realizar su tarea eficazmente (la máquina le marcaba el ritmo) ni de sus
conocimientos. El obrero era, según
Taylor, un buen "gorila amaestrado" que hacía lo que otro había
pensado y, al mismo tiempo siguiendo el esquema de Adam Smith, producía más en
menos tiempo, pues reducía el costo y aumentaba la ganancia. Una de las
primeras empresas que aplicó los métodos de Taylor fue la Ford Motors Company,
de Detroit. Allí se puso en práctica la
"cadena de montaje", una cinta transportadora que movía las piezas
para que los obreros trabajaran sobre ellas en un tiempo determinado y en una
actividad. Al final de la cadena el auto quedaba terminado. A este novedoso
modo de producir se lo llamó fordismo.
La obsesión de los
nuevos industriales de la ciencia de la dominación laboral fue la de subordinar
definitivamente el trabajo vivo del obrero al ritmo de la máquina industrial,
que desde entonces se convirtió en el verdadero ordenador de la vida laboral y
en la principal garantía de la disciplina obrera. La imagen de las nuevas
fábricas no exageraba la que ofrecía Charles Chaplin, en Tiempos Modernos. Cada
operario especializado en una única actividad realizaba su tarea al ritmo que
marcaba la cinta transportadora. Un sofisticado código de reglamentaciones
laborales regulaba cada momento de la vida del trabajador en la empresa, en un
feliz reencuentro con las formas de dominación burocráticas, que se manifestaba
obscenamente en el hecho de que, tras la categoría de los no cualificados, el
componente laboral más importante de cualquier fábrica fuese el de los
supervisores de trabajo y los técnicos de producción.
El trabajador
sometido a la disciplina del cronómetro empezó, además, a ser pagado mediante
un sistema de primas de producción que individualizaban su trabajo y su salario
de acuerdo con su productividad. La nueva conciencia patronal tan obstinadamente
empeñada en la racionalización probaba el hecho de que la alienación del
trabajo es un factor consustancial en la acumulación de capital cuando los
encargados de realizarlo no se avienen a aceptarlo sin resistencia. La era de
la producción en masa, por tanto, no supuso un progreso en la emancipación de
la fuerza de trabajo sino un agravamiento de las condiciones que lo conformaban
como actividad alienada: pérdida de control sobre el proceso de producción,
burocratización de la actividad en la industria, división de los trabajadores
mediante los sistemas de primas. Se trataba de convertir definitivamente al
obrero en aquel "orangután amaestrado" con el que Taylor soñaba como
futuro habitante de las fábricas científicas. La fábrica fordista nació más
para garantizar el control de la mano obra sin la cual carecía de sentido todo
el edificio industrial que para asegurar la producción.
Una tendencia en
el desarrollo de la civilización industrial ha sido la aplicación creciente de
la ciencia y la tecnología al proceso productivo. Las transformaciones
económicas y organizativas que caracterizan la nueva fase de la economía
mundial están estrechamente asociadas a un profundo cambio científico y
tecnológico. Este cambio tiene su núcleo en las tecnologías de la información
—microelectrónica, informática, telecomunicaciones—.
Estas nuevas
tecnologías tienen un doble efecto. Por una parte, abren nuevos sectores
industriales, como la industria de la computación. Pero, además, desencadenan
grandes transformaciones en un conjunto muy amplio de actividades económicas.
Estos cambios son
acompañados en las sociedades capitalistas avanzadas por una importancia
creciente de las actividades de procesamiento de información, tanto en el
producto bruto como en la estructura ocupacional. La organización de la
producción y el trabajo también se ha visto profundamente modificada.
Así como el
fordismo caracterizó la organización productiva desde los primeros años del
siglo XX, desde el último tercio del siglo creció en importancia un nuevo
modelo de organización del trabajo y de la producción. Este modelo suele
denominarse toyotismo (porque fue desarrollado en la fábrica japonesa de
automóviles Toyota) u ohnismo
(Porque su
concepción y diseño fueron realizadas por Taiichi Ohno, ingeniero jefe de
Toyota). Las nuevas formas organizativas se caracterizan por la flexibilidad de
la producción y de la gestión empresarial, no sólo en la estructura interna de
las empresas sino también en relación con sus sistemas de proveedores y su
demanda. La economía contemporánea es cada vez más una economía global, en la
que, como señala Manuel Castells, "el capital, la producción, la gestión,
los mercados, la fuerza de trabajo, la información y la tecnología se organizan
en flujos que atraviesan las fronteras nacionales". No se trata simplemente
de que "la economía tenga una dimensión mundial (lo cual es cierto desde
el siglo XVII, sino que el sistema económico funciona cotidianamente como una
unidad en el ámbito mundial".
La primera fase de
la Revolución Industrial estuvo estrechamente identificada con el ascenso de
Inglaterra; la segunda, con el avance de los Estados Unidos y Alemania. La
tercera fase muestra el ascenso de Japón, que durante las décadas de 1970 y
1980 supo sacar el mayor provecho de las posibilidades productivas de las
tecnologías de la información. Esto no significa que los Estados Unidos y los
países de Europa occidental hayan quedado marginados de este proceso, sino más
bien que hay nuevos y poderosos actores en el escenario económico
internacional.
En la actualidad
se emplea la sigla BRIC para referirse conjuntamente a Brasil, Rusia, India y
China, que tienen en común una enorme población (Rusia y Brasil por encima de
los cien millones, China e India por encima de los mil millones), un enorme
territorio, lo que les proporciona dimensiones estratégicas continentales y
gigante cantidad de recursos naturales, y lo que es más importante, que en los
últimos años han presentado cifras de crecimiento de su PIB y de participación
en el comercio mundial enormes, lo que les hace atractivos como destino de
inversiones.
La Asociación
Internacional de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, fue la primera
gran organización que trató de unir a los trabajadores de los diferentes
países.
Fundada en Londres
en 1864, agrupó inicialmente a los sindicalistas ingleses, anarquistas y
socialistas franceses e italianos republicanos. Sus fines eran la organización
política del proletariado en Europa y el resto del mundo, así como un foro para
examinar problemas en común y proponer líneas de acción. Colaboraron en ella
Karl Marx, Engels y Mijaíl Bakunin.
La Segunda
Internacional fue una organización formada en 1889 por los partidos socialistas
y laboristas que deseaban coordinar la actividad internacional de los
movimientos obreros que se habían formado en gran parte de los países europeos.
Continuó el trabajo de la Primera Internacional hasta su disolución en 1916.
También conocida inicialmente como la Internacional Socialdemócrata.
Entre las acciones
más famosas de la Segunda Internacional está la declaración del 1° de mayo como
Día Internacional del Trabajo en 1889 y el 8 de marzo como Día Internacional de
la Mujer Trabajadora en 1910.
La Internacional
Comunista, también conocida como la Tercera Internacional fue una organización
comunista internacional, fundada en marzo de 1919, por iniciativa de Lenin y el
Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), que agrupaba a los partidos
comunistas de los distintos países, y cuyo objetivo era luchar por la supresión
del sistema capitalista, el establecimiento de la Dictadura del Proletariado y
de la República Internacional de los Soviets, la completa abolición de las
clases y la realización del socialismo, como primer paso a la sociedad
comunista como fijaba en sus primeros estatutos.
Las condiciones
laborales en que la inmensa parte de la humanidad que se gana la vida mediante
el trabajo, son (siguen siendo) pésimas, en un mundo más polarizado hoy que
nunca entre ricos y pobres.
Algo que debería
ser motivo de alegría, como es descubrir lo que nos hace humanos (en este caso,
si tenemos en cuenta que el concepto de trabajo engloba en buena parte esta
concepción), puede ser en realidad muy triste, si nos adentramos, por ejemplo,
en la situación laboral de los siglos XIX y el XX. Y es que el trabajo, algo en
teoría tan noble, puede esconder una realidad tan cruel como la explotación
laboral.
De este modo,
podríamos hablar de una primera etapa supuestamente edénica, caracterizada (en
teoría) por una concepción plenamente lúdica del trabajo. Ello, sin embargo, no
puede ser menos cierto si tenemos en cuenta la situación de los primeros
pobladores humanos, los cuales podríamos afirmar que se jugaban la vida cada
vez que salían a buscar sustento. Aunque, en los últimos tiempos, el tópico que
de nuestros primeros antepasados tenemos como seres plenamente adaptados a la
actividad cinegética (cazadora), en dura lucha con las muy hostiles condiciones
del medio natural, se rompe si tenemos en cuenta los estudios de las últimas
décadas, en las cuales se descubre que la vida de los primeros humanos no era
como nos la contaron, sino que sus vidas eran tan, o más complejas que las de
los individuos de la era actual.
Con todo,
considero que el punto de vista antropológico es crucial para analizar las
características de algo tan genuinamente humano como es el trabajo. Porque el
trabajo, y los medios del trabajo (después hablaremos de las condiciones del
trabajo) son cruciales para entender al ser humano en su globalidad histórica.
De este modo, podemos hablar de materialismo histórico con propiedad, si
admitimos que la naturaleza humana es mucho más material de lo que se creía
hasta ahora, y asumimos igualmente que el ser humano tiene (si es que tiene)
necesidad y aspiraciones de mejorar su situación en este mundo.
De la situación
supuestamente idílica en que se vivía en la prehistoria, se pasa al sistema de
producción esclavista, y de éste, al sistema de trabajo del medioevo, basados
todos ellos en lo que se denomina habitualmente relación entre dueño-esclavo y
señor-vasallo respectivamente, o sea, la diferente condición de necesidad entre
las clases sociales de arriba y las de abajo, que reciben muy diversos nombres.
De la época
contemporánea me gustaría destacar la entrada del modo de producción
capitalista a nivel más o menos generalizado (aunque podemos afirmar que en el
Renacimiento ya había capitalistas en algunas ciudades de Europa), el cual está
caracterizado, entre muchas otras cosas, por la desigual relación entre capital
y trabajo, y las clases sociales sobre las que ambos se sostienen
conceptualmente: burguesía y proletariado. Aunque hoy sabemos que estos
términos tan sumamente generalizantes tienen, en el mundo contemporáneo, una
gran diversidad de significados.
Sin duda, el autor
más influyente a la hora de estudiar el tema de trabajo en la historia es Marx
(así como su amigo Engels), pero en realidad ya en el Renacimiento existen
teóricos que fijarán sus energías intelectuales en la mejora de las clases
menos favorecidas de la sociedad: Desde La Boetie, pasando por Tomás Moro, las
diversas sectas religiosas surgidas tras la irrupción de protestantismo sobre
todo en Europa (y que extendieron sus tentáculos por buena parte del mundo en
forma de migraciones) o los socialistas utópicos, sin entrar ya en los años
posteriores a la Ilustración, que son los del apogeo del pensamiento obrero –si
bien, también del pensamiento liberal, así como del imperialismo occidental-.
Las condiciones
laborales en que la inmensa parte de la humanidad que se gana la vida mediante
el trabajo, son (siguen siendo) pésimas, en un mundo más polarizado hoy que
nunca entre ricos y pobres, con muchas compañías manejando más dinero que otros
tantos países del mundo, sea cual sea su tamaño (de manera que muchos de los
países más pobres del mundo son de tamaño territorial igual o mayor que España
o Francia) y cuyos efectos sobre la población pobre se acentúan si estudiamos
las tasas de natalidad por países.
Un buen ejemplo de
todo ello es la realidad en que se sigue trabajando en países de Europa del
Este, América latina, el norte de África o el Sudeste asiático; un amplísimo
espacio geográfico en el que el vacío legislativo en materia laboral fomenta
que se sigan saltando los derechos más elementales a la torera por parte
(fundamentalmente) de grandes firmas fabricantes y comerciales que, para colmo,
suelen ser de origen y capital extranjero, lo cual empobrece aún más a unas
poblaciones ya de por si golpeadas por inclemencias como por ejemplo las del
cambio climático, cuyos efectos más nocivos suelen cebarse con los más pobres,
debido fundamentalmente a la falta no ya de las infraestructuras más
elementales, sino de un hábitat digno para la vida.
Los accidentes
laborales, frecuentísimos debido entre otras cosas a la falta de cobertura
social, son la punta del iceberg de una situación que se torna insostenible
para la población más desfavorecida del planeta y sobre la que,
desgraciadamente, parece asentarse el actual crecimiento económico de las multinacionales
de las grandes potencias (y los gobiernos, a través de la venta de múltiples
manufacturas y avances).
Esto me hace
preguntarme y valorar los efectos positivos, así como los negativos, que el
conocido como Crecimiento Económico implica, pues bien probado parece, tras la
brutal crisis económica sufrida en los últimos años, que las variaciones
económicas nacionales e internacionales no afectan por igual a todos/as, sino
que aquellos sobre los que descansa la economía de los países en materia productiva,
es aquella que sufre con mayor dureza los achaques de una economía globalizada
que, a la postre, depende casi exclusivamente de otras personas, a las cuales
parece importar poco el modo en que vive o deja de vivir la clase trabajadora.
Si, por desgracia,
como vemos en nuestros días, las grandes decisiones que nos atañen a todos,
afectan en mucha mayor medida a las clases pobres y trabajadoras del mundo,
pero por el contrario se ven sesgadas en cuestión de decisiones sobre su propio
futuro, mucho me temo que la situación de los obreros del mundo no vaya a mejor
sino a peor.
En Occidente
poseemos el valor añadido de disfrutar de democracias más o menos maduras y
desarrolladas, con mecanismos a través de los cuales el pueblo puede hacerse oír
en los parlamentos. Creo que Europa es una privilegiada en ese sentido. ¿Por
qué no exportamos libertad, derechos humanos, calidad de vida, valores
democráticos, etc. en lugar de explotación laboral y muerte –hambre, armas,
etc.-? Tal vez porque hay que empezar por casa. Luego está el problema del
respeto de las diferentes tradiciones, en los casos en que estas existan, como
pasa por ejemplo con Oriente Medio.
En realidad el
dilema es más grande y urgente, porque el planeta no puede seguir creciendo de
la misma manera que lo ha venido haciendo hasta ahora, lo cual me lleva a
pensar en una renovación de los sistemas productivos, basados en el
capitalismo, por otros en los que el conjunto de la población del planeta vean
protegidos sus derechos más elementales y sepan que, vivan en el lugar que
vivan, son reconocidos y protegidos como personas de pleno derecho, también en
el ámbito laboral.
Bibliografía
Consultada
Francisco Hache
(2016) “El trabajo a través de la historia”
A Jara - Boletín
de la Academia Chilena de la Historia, 1966
P Rieznik - 2003 -
books.
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